KATE G. Z. / MÁLAGA
El violinista, compositor y director de orquesta Pablo Martos destaca, desde el comienzo de su carrera, por condensar en cada una de sus actividades diferentes facetas, todas ellas con excelencia técnica y artística. Desde que Daniel Barenboim manifestara que “además de un violinista de talento, es un músico inteligente y con un gran potencial”, Pablo Martos se ha consolidado como uno de los músicos más relevantes de nuestro tiempo. Es doctor en Patrimonio por la Universidad de Jaén, catedrático del Conservatorio Superior de Música de Granada y director artístico de la Camerata Garnati, orquesta dedicada a la recuperación de nuestro Patrimonio Musical. Formado en Alemania y Austria, se gradúa como violín solista en la Hochschule für Musik de Rostock con Axel Wilczok, especializándose posteriormente en estilística barroca en el Mozarteum de Salzburgo con Reinhard Goebel. Ha recibido formación además de Henryk Kowalski en la Universidad de Indiana y de Sir Yehudi Menuhin.
En exclusiva para EmocionarteConArte.es, Pablo Martos nos habla sobre su revolucionario concierto Efímera, un homenaje a la belleza transitoria de la música en vivo, y cómo el diálogo entre obras clásicas y contemporáneas, la magia de la flauta de Michael Form y el estreno de composiciones únicas prometen cautivar al público este 26 de noviembre en el Teatro Cervantes de Málaga.
Este innovador espectáculo busca explorar la transitoriedad y belleza de la música en vivo, ofreciendo una experiencia única e irrepetible para los asistentes. A través de este evento, la Camerata Garnati se adentra en la combinación de estrenos mundiales, la recuperación de obras patrimoniales y la interpretación de composiciones icónicas del repertorio europeo.
Con la participación del destacado flautista Michael Form y la inclusión de obras contemporáneas, Efímera se perfila como una propuesta artística fascinante que promete cautivar tanto a los melómanos, como a quienes se acercan por primera vez a la música clásica.
Pablo, ¿qué te inspiró a crear este concepto de Efímera y cómo llegaste a la idea de resaltar lo transitorio de la música en vivo?
Pienso que la música debe responder a cuestiones filosóficas; eso es lo que le da profundidad y nos permite viajar a otros mundos, otras vidas. Siempre me ha inspirado el dicho de Heráclito sobre la vida: todo fluye, nada permanece. La música comparte esa cualidad que la hace tan hermosa: su carácter efímero. Es una belleza que solo puedes disfrutar en el momento, porque si no, desaparece, se marchita.
Quería destacar esta idea en un mundo donde vivimos tan deprisa, rodeados de tantos medios que nos hacen creer que todo es permanente y que siempre tendremos tiempo para todo. Muchas veces desperdiciamos ese tiempo en cosas banales. La música nos recuerda que todo es efímero y que debemos aferrarnos a esos momentos de belleza.
¿Cómo logras equilibrar las obras contemporáneas con las clásicas en el programa del concierto? ¿Qué buscas transmitir a través de esta combinación?
A lo largo de la historia, los conciertos se realizaban con la música que se tenía a mano, aquella que era accesible en su tiempo. Los gustos iban cambiando con las modas. Por ejemplo, en la época de Mendelssohn, no se tocaba Bach; fue él quien lo puso de moda. En ese entonces, el sonido de Bach era muy diferente a lo que la gente estaba acostumbrada.
Nosotros pensamos que es importante ser un poco eclécticos y construir una narrativa que conecte músicas antiguas con músicas actuales, creando un diálogo entre ellas. Queremos mostrar cómo unas pueden recoger el testigo de las otras con su fuerza y energía, aunque sus estéticas sean distintas.
Esto es especialmente relevante hoy en día, cuando conviven muchas estéticas, pensamientos filosóficos y formas de crear arte al mismo tiempo. En el romanticismo o el clasicismo había una filosofía dominante que definía la estética del momento, pero, como decía John Cage, en el siglo XX esa línea única desapareció, dando paso a una libertad absoluta. Nosotros queremos reflejar esa diversidad y libertad en nuestra programación, adaptándola a nuestra modernidad.
En Efímera, la participación de Michael Form es destacada. ¿Qué aporta su interpretación de la flauta de pico al programa?
La flauta de pico es un instrumento muy conocido; casi todos la hemos tocado alguna vez en el colegio. Queríamos aprovechar esa cercanía y conexión que muchas personas tienen con este instrumento desde la infancia, pero llevándola a otro nivel. Para ello, contamos con uno de los mayores talentos del panorama musical actual: Michael Form.
Michael es tanto un flautista virtuoso como un director de orquesta de renombre internacional, y tenemos la suerte de interpretar dos piezas que fueron compuestas especialmente para nosotros. Estas obras tienen un lenguaje actual y bellísimo que, estamos seguros, conectará de manera profunda con el público.
Su interpretación aporta una perspectiva completamente nueva al concierto. Escuchar a un virtuoso de su calibre nos muestra lo que realmente se puede hacer con la flauta de pico, elevándola a una categoría que pocos podrían imaginar. Tanto su forma de entender e interpretar la música como las propias composiciones prometen ser una experiencia única.
¿Podrías hablarnos un poco más sobre las tres obras de reciente estreno que forman parte del programa? ¿Qué elementos musicales destacan en ellas?
Es un verdadero orgullo para nosotros interpretar tres obras de reciente creación, todas compuestas especialmente para este proyecto.
La primera es Adagio de Fernando Javier Carmona, y nos introduce en un ambiente hermoso y onírico, casi como una ensoñación. La pieza nos sumerge en la sonoridad del mundo de la flauta, utilizando un lenguaje muy natural y cercano. Es un viaje sensorial que conecta con la esencia misma de la música.
Luego tenemos la obra de José Manuel Ortega, Siringa, que es muy viva y alegre, con un toque de música New Age. La armonía que emplea es sorprendente y hermosa, y a mí me parece que, en conjunto, estas obras crean lo que podría describirse como un cuento musical, en el que cada pieza aporta su propia historia y energía.
La tercera obra es de Pedro Osuna, un compositor que está cosechando gran éxito en Hollywood, siendo el arreglista de la música de Hans Zimmer para la banda sonora de James Bond. Aunque su música está presente en muchas películas, raramente la escuchamos en salas de concierto. Por eso, queríamos darle visibilidad y mostrar que su voz debe estar también en los escenarios clásicos. Esta obra es un doble concierto para violín, violonchelo y orquesta de cámara, y tiene una energía tremenda. Su título es Tensión y fuga, es un allegro con fuoco, lo que nos da una pista de lo que podemos esperar: vitalidad, fuego y una fuga que Pedro ha adaptado al lenguaje actual, incluso cinematográfico, con una maestría absoluta. La fuga, como todos sabemos, es un recurso musical que tiene su origen en las composiciones del gran maestro de toda la historia de la humanidad, Johann Sebastian Bach, y muy pocos compositores hoy en día se atreven a escribir en este formato. Pedro lo hace de manera innovadora, trasladando la fuga a un estilo moderno, con un fuego y una armonía que cautivaron al público en su estreno en Granada. Estoy seguro de que la audiencia disfrutará muchísimo de esta obra.
El programa incluye una obra de Tchaikovsky. ¿Cómo encaja la Serenata para cuerdas en el concepto de Efímera?
Queremos transmitir que la música debe ser disfrutada en el momento porque es efímera, pero una vez que se plasma en una partitura, queda registrada, casi como conservada, y puede revivir a lo largo de los siglos. La Serenata para cuerdas de Tchaikovsky es un claro ejemplo de esto. Aunque fue escrita hace mucho tiempo, sigue tan viva que puede dialogar perfectamente con las obras más contemporáneas del programa.
Es una obra clásica que ha demostrado, a lo largo de la historia, tener una calidad que la mantiene vigente, y que seguirá siendo escuchada por generaciones. Incluirla en nuestro programa nos permite confrontarla con las obras actuales, mostrando que, a pesar de las diferencias estéticas, todas pueden tener una altura similar y que las composiciones contemporáneas pueden compartir escenario con piezas que ya son verdaderas joyas de la humanidad.
La música en vivo tiene esa característica única de ser irrepetible. ¿Cómo experimentas esa conexión instantánea entre los músicos y el público en cada concierto?
Para mí, los conciertos en vivo son maravillosos, especialmente en un momento como el actual, en el que existen tantas grabaciones, muchas de ellas resultado de un proceso de edición muy meticuloso, fruto de un “quirófano tecnológico”, donde se graba por fragmentos y lo más importante es que todo sea correcto y perfecto. Pero yo creo que la magia de la música en vivo radica en tocar con arrojo, en buscar los límites de la interpretación durante el concierto.
Esa es la impronta humana que, a veces, no alcanza la perfección de una grabación, pero que, en cambio, transmite una energía más genuina, menos fría y más emotiva. Es como una conversación natural, un diálogo musical entre los músicos y el público. Y creo que el público lo valora cuando ve que los músicos se entregan en el escenario, tocando con pasión y sin miedo, creando algo único y especial en ese preciso momento.
En tu experiencia, ¿qué significa para los músicos interpretar obras que acaban de ser estrenadas frente al público?
Los músicos están tremendamente ilusionados con este proyecto, les encanta estrenar obras actuales que se desvían un poco de la estética que usualmente se escucha. Cuando uno piensa en música contemporánea, suele imaginarse una estética bastante predominante, que, bajo mi punto de vista, no es tan contemporánea, sino que más bien prolonga las tendencias de los años 60 y 70, con el ruidismo (noise) y la música experimental.
En este caso, nosotros no vamos por ese camino. Vamos a interpretar música actual, en el sentido más auténtico de la palabra, porque se ha compuesto recientemente, pero es música que, aunque muy novedosa, se mueve dentro de un lenguaje armónico y melódico que podría considerarse neoclásico. Es una nueva tendencia que se está desarrollando mucho en América y en otras partes de Europa, y a mí me parece muy positivo dar voz a este tipo de estética.
Como decía John Cage, las estéticas actuales son muy variadas, ya no hay una filosofía predominante, y a mí me gusta disfrutar de esa riqueza sin quedarme solo con una. Los músicos están encantados de poder descubrir nuevas obras y ser parte de la creación de música que, sin duda, emocionará a muchas personas a lo largo de la historia.
La orquesta tiene un enfoque de rescatar "tesoros musicales poco conocidos". ¿Cómo seleccionas las obras que serán parte de cada proyecto?
Sí, hemos rescatado muchos tesoros musicales, obras de autores como Juan Alfonso García o Pascual Aldave, y en esta ocasión vamos a recuperar composiciones que, aunque se escribieron hace algunos años, aún no se habían interpretado. La selección de las obras la hacemos junto con mi equipo, que incluye a la editorial OE Oficina, el doctor Josu Okiñena y otros amigos investigadores.
Buscamos partituras, y en muchas ocasiones los propios músicos o los herederos de los compositores nos envían partituras. Luego, las reviso y selecciono, siempre buscando que las obras tengan coherencia dentro del programa y que sigan siendo relevantes, que tengan algo que decir en el contexto actual. Hasta ahora, compartir estos tesoros con el público que asiste a nuestros conciertos ha sido una experiencia hermosa.
¿Cómo percibes la relación entre la música clásica y el público más joven, especialmente con este tipo de programas innovadores?
Estoy feliz porque veo que la juventud está respondiendo muy bien. De hecho, el año pasado interpretamos una obra de José Luis Greco y, pocos días después, me encontré con un chico joven por la calle que me paró. No tenía nada que ver con la profesión, era camarero. Me dijo que había ido al concierto y que le había gustado tanto esa obra contemporánea que la había buscado en Spotify, pero no la encontró, y me preguntó qué podía hacer para escucharla. Esto lo dice todo, ¿no? No hay nada que me llene más de orgullo que ver que la gente se queda pensando en la música que hacemos, días después del concierto.
Creo que, en cierto modo, los jóvenes están muy acostumbrados a escuchar buena música en muchas bandas sonoras de películas, que son realmente increíbles. Sin embargo, esas bandas sonoras a menudo son fragmentos de una estética que puede atrapar a las personas. Lo que hacemos en nuestros conciertos es desarrollar esa estética interpretando música que, aunque es plenamente de concierto, puede engancharlos por ese mismo motivo. Generalmente, todos quedan muy contentos y fascinados porque descubren qué es un concierto de música clásica y se dan cuenta de que les gusta. Y desde las músicas más nuevas, los llevamos también a piezas como las de Tchaikovsky, que sabemos que les van a gustar, aunque al principio no lo sepan. Así que, la reacción es tremendamente positiva.
El proyecto también se presentó en Granada con talleres de apreciación musical. ¿Cómo crees que estas actividades complementan la experiencia del concierto?
Nosotros consideramos fundamental que la gente entienda que la música que hacemos forma parte del tejido de su vida diaria, aunque no siempre lo perciban. Por eso, hemos intentado resaltar esta conexión y hacerla más evidente. En Granada, organizamos unos talleres en los que, a través de la percusión corporal, trabajamos algunas de las obras que luego se interpretarían en el concierto, para que el público se sintiera más involucrado.
De hecho, en Granada, hicimos una obra colaborativa de Ángel López Carreño en la que, al final del concierto, nosotros interpretamos una pieza, pero el público, que había asistido al taller, participaba haciendo ritmo con su cuerpo, guiados por un artista de Mayumana. Fue un fin de fiesta fabuloso en el que todo el auditorio se convirtió en intérprete.
Esta actividad era, en cierto modo, una metáfora para que el público entienda que, en un concierto, todos somos activos: el compositor, el intérprete, y la cadena de sonido que culmina en el público, en su emoción y psique. Si no se dan los tres elementos, el fenómeno musical no funciona. Queríamos hacer sentir al público como el protagonista esencial de la experiencia musical, porque, sin ellos, la cadena musical no se desarrolla por completo.
¿Qué tipo de público esperas que asista a este concierto en Málaga? ¿Qué mensaje te gustaría que se llevaran de la experiencia?
La verdad es que no sé qué tipo de público asistirá al concierto en Málaga, porque cada vez veo una audiencia más variada en nuestros conciertos. Tengo que destacar la presencia de mucha gente joven. Creo que esto es consecuencia de la diversidad de nuestro repertorio y de la forma en la que intentamos comunicar que se trata de un proyecto joven, con una orquesta joven y con música fresca y actual.
En este concierto, el repertorio está pensado para crear una experiencia singular. ¿Qué sensaciones esperas que los asistentes experimenten durante y después del evento?
Lo que espero es que este concierto le aporte bienestar al público. Que, al estar allí escuchando, puedan aislarse de su rutina diaria y viajar a otros lugares a través de esta ventana que es la música. Me gustaría que esta sensación perdure durante varios días, que se sientan bien por haber disfrutado de algo bello, por haber estado en un lugar más hermoso que les haya llenado por dentro. Mi objetivo es inspirar a la gente y que se sientan felices, porque al final, tocamos música para conectarnos con los demás, y esa conexión tan sencilla y tan tribal es la que nos hace sentir más felices.
La innovación cultural es clave en este proyecto, apoyado por la Fundación Banco Sabadell. ¿Cómo ves el papel de las instituciones en la promoción de nuevas formas de expresión artística?
El papel de las instituciones es fundamental para el desarrollo de proyectos culturales como el que estamos llevando a cabo. Vivimos en un mundo muy mercantilista, en el que, cuando se hace algo, de inmediato se piensa en el retorno económico que se va a obtener. Desgraciadamente, estamos construyendo una sociedad cada vez más centrada en esta idea, lo que lleva a una mayor insatisfacción, más problemas psicológicos, y personas que intentan llenar sus vidas con objetos, pero que se sienten más vacías y tristes.
Las instituciones deben liderar este cambio y entender que no todo lo que se hace culturalmente tiene que generar un retorno económico inmediato. Es necesario cultivar otras cosas que contribuyan a construir una sociedad mejor, una sociedad de ciudadanos cultos y felices. Y al final, eso será mucho más productivo que una sociedad de ciudadanos esclavos e infelices.
Las instituciones inteligentes y sensibles son las que deben comprender que, aunque la sociedad no demande ciertas cosas, son necesarias. A veces la sociedad está anestesiada o ciega, pero necesita esas propuestas para crecer, florecer y ser más próspera. Quiero agradecer a la Fundación Banco Sabadell por su apoyo y por ayudarnos a construir una sociedad de ciudadanos más felices, más sensibles y, en definitiva, más humanos.
¿En qué nuevos proyectos trabajas?
Ahora mismo estoy trabajando en el proyecto de Biblio Philharmonic con un encargo del consulado alemán. Junto con Karina Sainz Borgo y la librería El Tiempo Perdido, vamos a preparar unos eventos en los que se presenta la obra de un autor, se explica su contexto literario, y luego interpretamos músicas que pertenecen a su ecosistema.
Recientemente lo hemos hecho con Thomas Mann y próximamente lo haremos con Walter Benjamin. Este proyecto me hace mucha ilusión. Además, tenemos un encargo para llevarlo a cabo en la Fundación Ortega y Gasset de Madrid, donde trabajaremos con una obra de Ortega y Gasset. Este es nuestro próximo proyecto dentro de Biblio Philharmonic. Y aparte, estoy planeando grabar un disco para violín solo, que anunciaré próximamente.
En tu trayectoria, ¿qué recuerdos o artistas llevas en tu memoria como inolvidables?
Para mí, los momentos más inolvidables son aquellos en los que veo que la música cumple su función plenamente: conectar con la otra persona, generar emoción y elevarnos juntos, haciendo que ese día sea especial, lleno de alegría, lejos de la monotonía. No me gustan las cosas anodinas y aburridas, sino lo que es trepidante y chispeante.
He tenido muchos momentos así en mi vida. Por ejemplo, cuando toqué el concierto para violín de Sibelius en Minsk, con la Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión de Bielorrusia, me encantó la calidez del pueblo eslavo. Al salir, había una fila de personas abrazándome, besándome e invitándome a sus casas, lo cual fue profundamente emotivo.
También recuerdo el ciclo de grandes intérpretes de Daniel Barenboim, quien nos organizó una serie de conciertos a Garnati Ensemble, mi trío, en lugares como Ramallah, Jenin, Deir Ghassaneh, aldeas muy pequeñas, donde la gente también nos besaba, nos abrazaba y nos invitaba a sus casas a comer. Es emocionante conectar tanto con el público que, a veces, incluso personas humildes te abren las puertas de su hogar.
Además, me sigue emocionando ver cómo la gente que asiste a un concierto de música clásica por primera vez, especialmente si no tiene relación con las artes, se siente profundamente conmovida. Es un honor saber que estamos tocando algo que no esperaban y que no conocían, pero que les ha tocado el alma. Todo eso es lo que realmente me conmueve. Dar vida al momento, especialmente porque la vida es efímera, y hacerlo a través de la música, conectando con la gente, es lo que encuentro más maravilloso. También haber sido inspirado por figuras como el maestro Daniel Barenboim, con quien estuve casi una década en su orquesta, aprendiendo cómo una filosofía puede convertirse en sonido. Y eso es lo que intento hacer en mis conciertos.
Cuando vas a dar un concierto, antes de subir al escenario, ¿haces alguna cosa especial siempre, o el día antes, o durante el día? ¿O lo llevas como un día normal?
En realidad, trato de que sea un día normal, pero el secreto está en que intento que ningún día sea normal (se ríe). Procuro seguir el consejo de Goethe, de no dejar pasar un día sin ver algo bello, sin leer algo bello y sin escuchar algo bello. Así, intento vivir inspirado cada día. Mi objetivo es que cada día sea hermoso, y lo hago de esta manera para que, cuando salga al escenario, no sea un momento cumbre, sino una prolongación natural de todo lo que hago en mi vida. Mi propósito es actuar con la máxima naturalidad para poder dialogar con el público a través de mi música de manera auténtica.
Por ejemplo, me encanta Don Quijote de la Mancha, porque creo que el lenguaje de Cervantes es tan sumamente cercano, tan llano, como si te estuviera hablando un amigo. No escribe con pretensiones de crear el mejor libro de la historia, no, es tremendamente sencillo y cercano. Me gusta esa forma de hablar, por lo que trato de llevar esa actitud a mi música, haciendo que el acto de compartirla con el público sea algo natural y cercano.
Finalmente, ¿qué crees que hace único a Efímera dentro del panorama musical actual y por qué la gente no debería perderse este concierto?
Pienso que Efímera es un proyecto único, primero, porque tendremos la oportunidad de conocer el auténtico talento de los jóvenes españoles. La mayoría de los intérpretes son jóvenes profesionales que, aunque ya están en el proceso de inserción laboral, se enfrentan a circunstancias complicadas. Para que logren formar parte plenamente del ámbito laboral, se deben dar muchas condiciones. Sin embargo, estos músicos tienen una voz dentro de nuestra orquesta, y será una oportunidad para ver cómo tocan.
En segundo lugar, es una oportunidad única para escuchar a jóvenes compositores andaluces que están escribiendo en una estética completamente distinta a la que estamos acostumbrados, pero que, sobre todo, conecta profundamente con el público. Cuando realizamos este concierto en Granada, observé a la gente salir del evento, incluso se filmó el momento, y todos estaban felices. Algo había ocurrido que no podían explicar, pero sentían que habían conectado con la música y con los intérpretes. Ahí está la magia del arte, algo que no se puede expresar por completo con palabras. Pero si quieren vivir esa experiencia musical, el día 26 de noviembre es nuestro día.
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